Son las 20h30 y el público empieza a aplaudir comunicando que ya quiere que
empiece la función. Diez minutos después las luces se apagan. La sala queda en
penumbra y la banda que se encuentra a la derecha del escenario empieza a tocar
un ritmo tropical.
El pasado 18 de junio asistimos a la obra de teatro “Maestra Vida”, del
grupo La Mueca, en el Teatro Fedenador. Esta pieza, dirigida por Oswaldo
Segura, fue montada por primera vez en 1987, llevando al grupo La Mueca a
recorrer varios países de Latinoamérica.
El telón se abre y una luz tenue ilumina la escenografía. La voz de Babá
(Oswaldo Segura), el carnicero del barrio, se oye saludando a los vecinos que
pasan por el local.
La historia se desarrolla en el Barrio Garay de los 70’s. Tres amigos;
Babá, El Tartamudo Franklin (Andrés Garzón) y Carecrimen (Héctor Garzón)
se reúnen a conversar y a animar al joven sastre Carmelo Da Silva (Israel
Maridueña) para que conquiste a la guapa Manuela Peré (Paola Olaya).
El público apenas llena las primeras filas pero claramente podemos escuchar
las risas al observar a los tres hombres que también intentan conquistar a la
guapa mujer. Risas que estallan cuando El Tartamudo le intenta recitar a
Manuela.
De inmediato, Carmelo empieza a cantar “Manuela” de Rubén Blades y al coro
de “que no diera por el amor de Manuela” todo el elenco, que apareció
paulatinamente en el escenario disfruta de la salsa. Cuatro bailarines aparecen
y se sitúan en la parte frontal del escenario.
Esta pieza teatral es una adaptación de la ópera salsa de Rubén Blades
“Maestra Vida”. Por ello las canciones que escuchamos, tanto las interpretadas
en vivo como las pistas, son del repertorio del salsero Panameño.
La música alegre que Carmelo canta nos contagia de alegría y nos introduce
aún más en la historia.
En una pelea por el amor de Manuela, Carmelo resulta triunfador. El barrio
celebra el amor y la retirada del contrincante Moncayo. Sin embargo hay una
discusión que es el motivo de la segunda canción. Carmelo la reconquista
cantando y ella canta junto a el.
A lo largo de la obra, los actores interactúan con los músicos. Para
Segura, la presencia de estos músicos es un valor agregado “cuando la llevamos
a los países del sur la hicimos con música grabada”, comentó.
La boda de Carmelo y Manuela se celebra en el barrio. Todos cantan y bailan
al ritmo de la salsa y nos contagian a movernos desde nuestros asientos. Los
musicales no suelen ser comunes en Guayaquil, por lo que para muchos asistentes
era una novedad, “es muy diferente a lo habitual pero es bueno” comentó Enrique
Flores, que fue con su esposa.
Vemos a Carmelo salir de su casa en diferentes tiempos. Cada vez más
decaído y con más problemas. La economía afecta a todos pero el hijo que viene
en camino no les permite desfallecer. Al nacer, Carmelo interpreta “Nació mi
hijo”, conmoviéndonos al público al observar el orgullo de un padre al ver a su
hijo.
Si bien al inicio la obra nos pareció cómica, a medida de que avanza
notamos que la jocosidad de los diálogos y situaciones van decayendo. La
historia, al igual que la vida de los protagonistas, nos empieza a poner cada
vez más tristes.
Esta producción tiene conciencia social, a través de este juego con el
tiempo, intenta destacar la pérdida de los valores así como el constante olvido
a los ancianos.
Las luces del escenario se apagan y el telón se cierra. Por un momento
pensamos sorprendidos, que la obra había concluido. Sin embargo escuchamos el
anuncio un intermedio y nos levantamos, satisfechos hasta el momento.
Héctor Garzón, nos comentó que para él, realizar de nuevo esta producción,
luego de tantos años resulta “muy gratificante hacer la obra, estar con los
compañeros, la producción y la música”
Diez minutos pasan pronto para nosotros que ansiosos a las 20:50 volvemos a
ingresar a la sala e inicia el segundo acto.
Se abre el telón y algo ha ocurrido, el escenario es el mismo pero el
ambiente no es igual, grafitis en las paredes y casas ya añejadas nos
muestarn que mientras para el público habían pasado diez minutos pero en el
escenario habían transcurrido vaarias décadas.
Mientras que nosotros en nuestros asientos nos estábamos aún acomodando a
este nuevo ambiente sale de una casa un señor avanzado en edad con canas ya
abundantes y poca movilidad por sus años, para nuestra sorpresa se trataba de
Carmelo Da Silva ahora interpretado por Marcelo Galvez, minutos después aparece
la ya anciana Manuela Peré y es evidente que el tiempo ha transcurrido en el
Barrio Garay.
Los minutos de asombro se interrumpen en una carcajada cuando sale Babá de
su carnicería joven y fuerte lo cual nos deja más asombrados al aparecer
también Franklin el tartamudo rejuvenecido y con vestimenta adolescente, pero,
un momento, no se trata ni de Babá ni de Franklin, son sus hijos pues ellos ya
han fallecido.
Las interacción con la banda musical continúa pues es un hilo conductor
perenne dentro de esta obra. Nos percatamos que al igual que con los años, las
risas también se han ido, el ambiente cambia y se nota triste, pese a que hay
momentos jocosos se nota que se ha perdido la vitalidad de antaño, las cosas
son distintas, las personas han cambiado, los peligros han aumentado, el trato
no es igual, los pensamientos son diferentes y nuestros personajes no encajan
dentro de este que parece un nuevo mundo y no están listos para estar en él,
Los minutos pasan y un suceso trágico trágico se suscita, Manuela Peré está
dolida, desdichada, su gran hijo Ramiro ya es todo un adulto pero se ha ido muy
lejos, su camino se ha desviado hacia la delincuencia y ha abandonado a ella y
a Carmelo hace años y no saben de él. El dolor de una madre al no saber de su
hijo es tan fuerte que la mata la pena y entre baile y música manuela Peré
fallece dejando a Carmelo sin razones ya para vivir.
La obra no culmina aquí y cuando nosotros en nos estábamos recuperando aún
de la muerte de Manuela inicia una charla entre el hijo de Babá y el anciano
Carmelo Da Silva acongojado por el dolor pero quien es muy querido por este
joven ya que durante su vida ha sido como su padre desde que murió Babá y hay
un enorme aprecio.
Carmelo tiene lejos a su hijo quien los ha abandonado y escogido malo
pasos, la mujer de su vida ha muerto, las cosas en este nuevo tiempo son
pecaminosas, inestables, peligrosas, hay asesinatos, drogas, perdición, no hay
razones para vivir en Carmelo y al llegar a casa acompañado del hijo de Babá se
queda sentado en su portal, la música empieza a sonar pero al culminar la canción
también ha culminado la vida de Carmelo ahí sentado en su portal como si nada.
El velorio de Carmelo se suscita en el barrio manteniendo el climax
alterado y triste con ciertos aires de humor por hechos particulares pero sin
duda los años para nuestros personajes sólo han destruido esa armonía, paz y
felicidad que los caracterizaba.
Cerca de culminar la obra aparece en el velorio Ramiro, el hijo de Carmelo
y Manuela, aparece junto a la policía con esposas en sus manos y sólo puede
visitar el lugar unos minutos pues su condición de preso no se lo permite más y
tiene que retirarse, está arrepentido de los pasos que eligió pero eso no
cambia las cosas.
La obra culmina con el éxito final de este gran álbum musical de Rubén
Blades “La maestra vida” ya que esta nos enseña que la vida con los años cambia
y pierde el brillo con el que uno lo ve, las personas y las cosas que queríamos
y creíamos cambian, hay que aceptar que nuestro tiempo aquí ha culminado y que
las nuevas generaciones cambiarán las cosas y son ellos los que tienen que
empezar su propia historia en este nuevo mundo y vivirlo y así será una y
otra vez por siempre.
A las 22:40 de la noche ha concluído totalmente la
obra entre aplausos y silvidos de admiración de nosostros y el resto del público
asistente, la obra fue en éxito que gustó al público adulto u joven que asistió
que alegaban que contó con un poco de todo, risas, tristeza, drama,
llanto, una obra completa y de su total gusto.
Redacción:
Luis Zuñiga
Valentina Dstteffano
Luis Zuñiga
Valentina Dstteffano
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